Leyendas de idas y venidas 1

Como había de ser algo con un punto y aparte que se leía a la legua, no temían. Como había sido ya un párrafo que continuaba una breve pausa anterior, no era novedad. Como en aquel instante presente el tiempo adquiría una ralentización poderosa en la que solo podía leerse la palabra “nosotros”, hicieron caso omiso a toda pega. Y continuaron. Y volvieron. Y retomaron.

¿Qué hay que contar?

Y como era costumbre sus cuerpos hablaban antes que sus bocas. Más rápidos, más suyos y más sinceros. Con la confianza de aquellos días y alguna que otra novedad… Dos fogonazos tuvieron la decencia de descontrolarse un rato y arrasar. Qué novedad.

Una reconciliación es una pieza de puzle que se gira por fin del lado correcto y resulta encajar dónde antes parecía imposible que cupiese. Es un replanteamiento. Un observar de lejos. Un cambio de perspectivas.

Un reencuentro es lo que es. Sin más… el “hola” sonriente que aparece travieso y avergonzado, aun que seguro, después de un tiempo. Segurísimo de ir a encontrarse con lo que busca, y acercarse lentamente, decidido y muy muy feliz, y abrazarlo y decir:

– Ya estoy aquí.

– Cuéntame. ¿Dónde has estado esta vez?

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