En la luna no se olvida

Y cuentan que en la luna esperó el primer maestro. Sin tocar las huellas que juntos habían dejado en aquel polvo inalterable, infinito. Allí no había viento que cambiase la forma de las cosas, no llegaba, no era lo suficientemente valiente. Él había huido del viento, porque no podía dormir desde que este llamaba a su ventana cada noche. Cada vez que oía al viento la oía a ella.

Pero ella no era el viento. Lo sabía…

Había huido del viento por que el viento trae el Olvido, y él no sabía olvidar, y cada noche el viento le decía al anciano que olvidase, que abriera la ventana, y que él se llevaría al cielo un trocito más de sus recuerdos cada noche.  Para ayudarlo a dormir.

Así que un día cogió la capa resplandeciente e invisible que tantas veces le había cobijado del cruel látigo de aquel frío e insulso reino, robó una bañera para utilizarla a modo de cohete, y voló a la luna. Esta vez, solo.

Y cuentan que en la luna esperó el primer maestro. Dicen que cuando algo ya ha pasado, por mucho que haya tardado en trascurrir, el tiempo nos da permiso para decir “no tardó”.

Dicen que ella no tardó en regresar a su lado.

Dicen… que nunca se había bajado de su bolsillo.

2 respuestas a «En la luna no se olvida»

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