Una habitación llamada Pasado

-La gente no tiene tiempo de echarte de menos -había oído decir a uno de sus maestros.

Y era verdad. Por lo visto son demasiados los estímulos, demasiadas las experiencias y las personas conviviendo en nuestro día a día. Todas ahí: compartiendo piso en nuestro núcleo interno. A veces hay que hacer espacio para que nuevas figuras puedan entrar, y simplemente se trasladan algunos a otra habitación llamada Pasado. Y allí no hay música ni hay tarta, ni alcohol. Solo el crepitar en la chimenea, el refugio de una manta y el frío de la añoranza. A veces se trasladan por sí solos, otras te ves obligado a moverlos tú al lugar que les corresponde. A veces los pierdes de vista para siempre, pues en Pasado convive una marea de innumerables cabezas que se apelotonan para combatir el frío. Pero siempre hay quien consigue salir al pasillo entre habitaciones a respirar, quien se siente atraído de nuevo por la fiesta eterna montada en Presente, y se pasa a pedir un trozo de tarta o un cubata.

Y si les es materialmente imposible tal proeza, porque el peso de los años los confina al fondo de Pasado, o porque las cadenas de la muerte los retiene en la dimensión que les corresponde, siempre existe un pasadizo llamado Subconsciente. Y por él pululan libremente entre habitaciones cuando creen que ya han pasado suficiente frío. Se reencuentran amantes eternos y sus pasadas malas decisiones, las apartan para que dejen de tener importancia alguna. Se funden durante instantes extraordinarios antes de verse obligados a regresar a sus respectivas realidades, cargados del amor y la esperanza de que nada es nunca para siempre.

Deja un comentario